Por: Judit Alonso
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Miles de toneladas de salmones aparecieron muertos por falta de oxígeno en el fiordo Comau y canales Jacaf y Puyuhuapi; en las regiones chilenas de Los Lagos y de Aysén hace unas semanas tras un episodio de floración de algas nocivas. Este suceso, calificado como “catástrofe ambiental”, movilizó a más de 60 organizaciones medioambientales chilenas que exigieron la salida de la industria salmonera de lagos, fiordos y canales de la Patagonia.
Según denunciaron en un comunicado conjunto, se trata de “sucesos ampliamente conocidos de daño ambiental durante décadas”. Por este motivo, reclamaron al gobierno chileno que no se entregue nuevas concesiones a esta industria, que no se amplíen las concesiones actuales y que en estas tampoco se permita aumentar el número de peces criados.
“Las floraciones de algas han sido normales en Chile, sin embargo últimamente han estado pasando con mayor recurrencia”, alertó a DW Liesbeth van der Meer, directora de Oceana Chile, apuntando al cambio climático como una de las causas.
“Un verano seco con poca precipitación, el resultado de eso es que el agua superficial, que normalmente es una capa de agua dulce, con baja salinidad, se pone más salina y eso crea las condiciones para que las algas nocivas puedan crecer”, explicó a DW Vreni Haüsserman, investigadora de la Universidad San Sebastián en la Patagonia. “Además la radiación solar aumentada por tiempos con pocas nubes y el calentamiento del agua superficial también aumenta el crecimiento de algas”, agregó.
No obstante, las organizaciones medioambientales chilenas acusan a las propias empresas salmoneras de la catástrofe medioambiental. “Los efectos del cambio climático pueden ser aún más devastadores si se dan en ecosistemas que se encuentran enfermos. Ese es el caso de lo que está sucediendo en los fiordos y canales del sur de Chile donde se ha instalado la industria salmonera”, dijo a DW Mauricio Ceballos, vocero de la campaña de Océanos en Greenpeace Chile.
La influencia de la acción humana
Se trata de una industria “de alto impacto”, consideró Haüsserman, que, al igual que el resto de expertos consultados por DW, coincide en que un factor decisivo para que se produzcan estos sucesos es la existencia de una gran cantidad de nutrientes en el ecosistema. “Se están agregando muchos nutrientes, químicos y antibióticos al fiordo y eso obviamente tiene efectos”, recalcó la investigadora alemana afincada en el país sudamericano.
“La descomunal cantidad de materia orgánica aportada hacia la columna de agua se convierten en alimento para la proliferación de floraciones algales nocivas”, explicó Ceballos.
“Esto es lo que necesitan las algas para reproducirse y le quitan el oxígeno a de los peces. Los otros peces generalmente logran escapar de las algas hasta zonas con más oxígeno, pero los salmones como están atrapados en la jaula mueren”, agregó la directora de Oceana Chile.
Por este motivo, las organizaciones medioambientales alertan de los daños que la actividad económica genera al medio ambiente. “Hay que tener en cuenta que se trata de espacios marinos cerrados, con una muy lenta circulación de corrientes, lo que provoca que cuando una jaula salmonera modifica las condiciones naturales del fondo marino, la situación de deterioro tarde mucho tiempo en revertirse”, apuntó Ceballos.
¿Una catástrofe evitable?
“Esta segunda floración más que hemos tenido registrada desde los tiempos de la salmocultura”, subrayó Van der Meer. No obstante, en el caso del fiordo Comau el riesgo estaba anunciado. “Hace dos años se descubrieron las primeras células de esta marea café que pasó ahora, pero es la primera vez que hay una afloración de algas. No se ha observado antes”, aseguró Haüsserman.
Las consecuencias fueron mayores por falta de una rápida respuesta. “A la emergencia ni el estado ni la misma industria tienen capacidad de reaccionar”, opina Maximiliano Bello, asesor ejecutivo de Políticas Públicas del Océano de la organización Mission Blue.
“La empresa tenía 96 horas para retirar toda su mortalidad, lo que terminó sucediendo dos semanas después de iniciada la crisis”, criticó el vocero de la campaña de Océanos en Greenpeace Chile, apuntando a la débil legislación medioambiental. “Siempre ha ido a la zaga de los grandes desastres sanitarios o medioambientales producidos por la propia industria, con una legislación reactiva, que ni siquiera se llega a cumplir”, agregó.
Para Bello, ello se debe a que “la salmonicultura ha sido capaz, en estos más de veinte años, de generar una legislación completamente acorde a sus necesidades”. “Las regulaciones en Chile han actuado por años a través del lobby con regulaciones que no permiten finalmente resguardar el medioambiente”, criticó.
Por este motivo Ceballos lamentó la inexistencia de “un control efectivo por parte de los organismos públicos” y denunció que “la enorme mayoría de las infracciones y desastres ambientales cometidos por la industria terminan sin sanciones o con multas irrisorias”.
Van der Meer también criticó la “falta de regulación y transparencia” en el sector, en el que se plantean ciertos avances. “Se está tramitando una ley en el Congreso donde el salmón que escape de la jaula va a tener un coste para la industria y se va hacer obligatoria la transparencia del uso de químicos por la industria”, avanzó abogando a que ésta también regule la cantidad total de peces que se pueden criar.