Por: Claudia Soto
(Leer noticia en La Tercera)
Las poblaciones más grandes de delfín chileno están compuestas por 60 individuos aproximadamente. Así lo concluye una inédita y extensa investigación realizada en Chiloé que se dedicó a analizar a esta especie endémica del país, uno de los cetáceos más pequeños y desconocidos del planeta.
Los estudios de monitoreo se realizaron por más de 20 años y han estado a cargo del Centro de Estudios para la Conservación de Ecosistemas Marinos CECEM – Yaqupacha Chile y la ONG WWF Chile, donde se logró determinar que la población de este animal es “llamativamente reducida incluso para las poblaciones más grandes que se localizan en la región”. Su distribución, en tanto, se da en pocas áreas de la región.
Estas cifras y su distribución constituyen un indicador clave para impulsar medidas y acciones de conservación para este delfín, el único cetáceo endémico de Chile, dice la investigación. Además, agregan que la información que está siendo generada contribuirá a realizar una clasificación más precisa del estado de conservación de la especie, que para la región se encuentra como vulnerable, según el Ministerio del Medio Ambiente.
Para Cayetano Espinosa, coordinador científico de YaquPacha Chile, la situación del delfín chileno -también conocido como delfín negro- es preocupante si se le compara con otras especies similares, como el delfín de Héctor que habita en Nueva Zelanda o la tonina overa de Chile y Argentina. Los delfines han sido estudiados en varias localidades, incluyendo zonas de alta actividad humana como Calbuco y también zonas muy poco intervenidas como Inío.
“Son poblaciones extremadamente pequeñas y, además, están divididas en parches o núcleos. Este patrón es repetitivo en la región. Asimismo, a diferencia de otros delfines, los chilenos son residentes de zonas específicas, es decir, permanecen casi toda su vida en una misma bahía”, dice.
Esta combinación entre poblaciones pequeñas, sus patrones de residencia y hábitat reducido, “hacen que estos parches sean susceptibles a la extinción local, porque si hay una amenaza fuerte en ese lugar que lleve a la extinción de una población específica, será muy difícil que ese lugar vuelva a ser recolonizado”, agrega Espinosa.
Yacqueline Montecinos, encargada de Biodiversidad Marina de WWF Chile,señala, igualmente, que “en Chile tenemos una tremenda responsabilidad con la conservación de esta especie. Los delfines chilenos, al ser altamente selectivos de sus hábitats y sensibles a los cambios ambientales de estos mismos, son unos excelentes bio-indicadores o centinelas que nos pueden dar avisos efectivos de cambios en las condiciones del área en que se encuentran”.
La amenaza de la salmonicultura
El estudio también evalúa las amenazas y la salud de estos mamíferos marinos, pues es un aspecto crítico para la supervivencia. Respecto a las amenazas, las más frecuentes son la mitilicultura, salmonicultura y redes de enmalle costeras, existiendo evidencia de que las dos últimas representan un riesgo directo para los delfines, incluyendo mortalidades.
“Desde Chiloé hasta Magallanes hemos registrado sistemáticamente el enmalle y muerte de delfines chilenos en las redes loberas de las salmoneras. El diseño de estas redes probablemente ha contribuido a disminuir la interacción de la industria con lobos marinos, lo que es positivo, pero lamentablemente la evidencia no muestra los mismo para los delfines”, comenta Espinosa.
En cuanto a las redes de pesca, también existen múltiples reportes de enmalles de pequeños cetáceos.
En términos sanitarios, los investigadores han encontrado que, en zonas con alto impacto de actividades salmoacuícolas, como Calbuco y Dalcahue, la piel de los delfines es colonizada por bacterias muy diferentes a las de los delfines de otros lugares, incluyendo bacterias comúnmente encontradas en la piel de salmónidos cultivados, como algunos tipos de Halomonas.
“Al igual que las personas, los delfines tienen comunidades de bacterias en su piel que son únicas y características, las que deben permanecer en un cierto equilibrio para mantener la salud de la piel, que es un órgano vital para el sistema inmune. En general, estas bacterias no son patógenas, es decir, no dañan al delfín, al contrario, incluso lo protegen. Lo que estamos comenzando a ver en nuestros primeros resultados, es cómo los delfines que habitan en costas urbanizadas, están perdiendo ese equilibrio”.
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