El mar está en calma al atardecer en Quinchao, la isla natal de Tarsicio Antezana, en el sur de Chile. A lo lejos, los volcanes nevados se tiñen de un violeta intenso con la puesta de sol.
Es una escena serena, a excepción de una cosa que Antezana, un oceanógrafo jubilado, no puede ignorar. No muy lejos de ahí, una franja de pequeños objetos rectangulares se extiende por el mar, meciéndose ligeramente con la marea. Estas estructuras podrían no parecer gran cosa, pero Antezana sabe lo que se encuentra bajo la superficie: una piscifactoría de salmones.
Bajo el agua, jaulas de red de alta densidad albergan miles de salmones. Granjas como esta son habituales en Los Lagos, la principal región acuícola de Chile. Este país sudamericano es el principal exportador de salmón de piscifactoría a Estados Unidos. Sin embargo, el popular pez no es autóctono de este lugar, y muchos ecologistas y activistas llevan tiempo denunciando que las piscifactorías están dañando los ecosistemas chilenos y amenazando la fauna autóctona.
La cría de salmón a gran escala en Chile comenzó en la década de 1970. Antezana, entonces un joven científico, recibió el encargo de evaluar la viabilidad de esta actividad. Antezana aconsejó al gobierno que realizara estudios de referencia y que tuviera cuidado con los riesgos ecológicos y de salud.
Durante más de cuatro décadas, Antezana ha visto crecer la industria hasta convertirse en uno de los principales productores mundiales de salmón de piscifactoría. El año pasado, el salmón de piscifactoría fue el segundo mayor producto de exportación de Chile, generando ingresos de 6500 millones de dólares.
Es una historia de éxito económico en la que los consumidores de Estados Unidos, que actualmente consumen más salmón chileno que nunca, desempeñan un papel protagonista; 2022 fue un año récord, según el Departamento de Agricultura de EE. UU. La mayor parte del salmón de piscifactoría que se compra en Estados Unidos procede del extranjero y, casi la mitad, de los fiordos de Chile.
Su industria salmonera ha sido muy criticada por el uso intensivo de antimicrobianos y acusada de contaminar las vías fluviales y contribuir a la proliferación récord de algas. A medida que los distritos de acuicultura primaria se han ido deteriorando junto con la creciente demanda internacional, la salmonicultura chilena se ha expandido a la prístina naturaleza de la región más austral del país, Magallanes, en la Patagonia.
En abril, un informe realizado para las Naciones Unidas calificaba la salmonicultura de “una de las principales amenazas para el medioambiente que enfrenta la Patagonia”. David R. Boyd, profesor asociado de la Universidad de Columbia Británica, quien elaboró el informe de la ONU, recomendó suspender “la expansión de la acuicultura del salmón a la espera de un análisis científico independiente de los impactos medioambientales adversos”. Esta petición fue rechazada por la industria.
Arturo Clément, presidente de SalmonChile, la asociación de la industria, reconoció que el sector había “cometido errores en el pasado y que aún queda un camino por recorrer”. En los últimos 40 años, la salmonicultura se ha convertido en una industria vital para el sur de Chile, explicó. “Estamos convencidos de que se puede compatibilizar el cuidado del medioambiente con el desarrollo económico”.
Antezana no comparte ese optimismo. Es difícil evaluar el alcance de los daños causados a los ecosistemas costeros de Chile, afirma, porque nunca se han realizado estudios de referencia que permitan controlar los efectos de la salmonicultura en la acuicultura.
La mayoría de las piscifactorías de salmón chilenas tratan a los peces con antibióticos y pesticidas de manera rutinaria para prevenir brotes de enfermedades como la piscirickettsiosis y la anemia infecciosa del salmón. Según Sernapesca, el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura de Chile, en 2023 se utilizaron más de 338 toneladas métricas de antibióticos en las piscifactorías de salmón chilenas. Se trata de una disminución significativa con respecto a hace varios años, pero muy superior a los objetivos de la industria para reducir el uso. En contraste, Noruega, el mayor productor mundial de salmón de piscifactoría, informó de que en ese mismo año prácticamente no utilizó antibióticos.
El aumento de la resistencia a los antibióticos ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud como una grave amenaza para la salud pública mundial. La acuicultura, incluida la cría de salmón, contribuye a ello, según Felipe Cabello, profesor de microbiología e inmunología del New York Medical College.
Sin embargo, debido a los estrictos protocolos de cuarentena y análisis, el salmón chileno prácticamente no contiene residuos de antibióticos cuando llega a los supermercados de EE. UU. Tanto Chile como Estados Unidos analizan la carne de salmón chileno en busca de antibióticos; sin embargo, Cabello señaló que ninguno de los dos analiza las muestras en busca de bacterias, lo que podría suponer un riesgo para la salud pública.
Si alguna bacteria tuviera genes resistentes a los fármacos, explicó, estos podrían pasar al tracto intestinal de los seres humanos y transmitir la resistencia a los antibióticos en un proceso conocido como transferencia horizontal de genes, en el que el material genético puede transmitirse de una bacteria a otra. Cabello afirmó que los investigadores temían cada vez más el desarrollo de “superbacterias” resistentes a los antibióticos, dado que las piscifactorías de salmón pueden fomentar el caldo de cultivo antimicrobiano ideal, ya que entre el 70 y el 80 por ciento de los antibióticos administrados al salmón pueden pasar al medioambiente.
Cabello señaló que se han descubierto antibióticos filtrados en poblaciones de peces silvestres cerca de piscifactorías de salmón chilenas. Cuando el mal tiempo y las estructuras mal cerradas permiten a los salmones escapar de las piscifactorías en grandes cantidades, los peces depredadores ponen en peligro a las especies locales, desestabilizando los ecosistemas y transportando contaminantes más allá de sus lugares de cría, señaló.
Otro motivo de preocupación para algunos científicos es la alimentación de los salmones de piscifactoría, que se está sustituyendo por cultivos proteicos como la soya y subproductos de la ganadería. Ivonne Lozano, investigadora y experta en seguridad alimentaria de la Universidad de Chile, afirmó que la industria chilena le está dando a los peces alimentos que para ellos son artificiales.
Se cree que los alimentos filtrados que caen al fondo marino, así como las heces de los peces y otros nutrientes, contribuyen a la proliferación periódica de algas nocivas y a las zonas de escaso oxígeno denominadas como “zonas muertas”, que matan la vida oceánica. Lozano mencionó la alimentación artificial como uno de los tres factores clave que contribuyen a las enfermedades en las piscifactorías de salmón chilenas, junto con la alta densidad de jaulas de red y el hecho de que el salmón no es nativo de la región.
Desde 2014, el programa Seafood Watch del Acuario de la bahía de Monterrey, una autoridad mundial en productos del mar sostenibles, ha aconsejado a los consumidores evitar casi todo el salmón cultivado en Chile, aludiendo a la dependencia de la industria en los antibióticos.
Durante los últimos cinco años, la organización sin fines de lucro ha estado trabajando con grupos industriales chilenos para reducir a la mitad el uso de antibióticos para el próximo año. Los grupos comerciales chilenos de salmón afirman que, si se contempla un periodo de tiempo más largo, el volumen de antimicrobianos tiende a la baja. Si bien su uso disminuyó algunos años, en 2021 aumentó significativamente, en un 34 por ciento. Los datos más recientes muestran que la cantidad de antibióticos utilizados en 2022 fue mayor que cuando comenzó la asociación.
Liesbeth van der Meer, vicepresidenta de Oceana Chile, un grupo conservacionista sin fines de lucro, afirmó que parecía casi imposible alcanzar ese objetivo.
Otra iniciativa, el Proyecto Yelcho, se presenta como el primer esfuerzo público-privado para reducir el uso de antibióticos, y reúne a organismos gubernamentales con las mayores empresas salmoneras de Chile y grupos de la industria como SalmonChile.
Ante la presión ejercida sobre la industria para que reduzca el uso de antibióticos, el sur de la Patagonia resulta muy atractivo. Clément argumentó que las aguas de la región, que son más frías, limitarían los brotes de enfermedades, lo que a su vez facilitaría la disminución del uso de antibióticos.
En busca de lugares de cría más limpios, la industria se ha instalado en la región de Magallanes. Según algunos investigadores y activistas, esto podría tener consecuencias catastróficas para los ecosistemas locales y la salud humana, y muchos se preguntan si el crecimiento económico justifica la acuicultura industrial.
El palafito de Antezana se encuentra frente a aguas que desde hace tiempo se utilizan para la acuicultura. Ha visto de primera mano los montones de basura y desechos que las empresas salmoneras abandonan en Los Lagos cuando se marchan. La basura permanece en la orilla durante meses y, en algunos casos, solo la indignación de los vecinos obliga a las empresas a limpiar. Antezana asegura que esos mismos problemas se irán al sur con las piscifactorías.
En la región de Magallanes hay alrededor de 130 concesiones salmoneras, o licencias para piscifactorías. Es menos que en otras grandes regiones acuícolas de Chile, aunque normalmente solo 50 de ellas tienen peces cada mes, según un vocero de Sernapesca. Sin embargo, la salmonicultura se ha expandido en la provincia, que tiene el mayor número de licencias pendientes, de acuerdo con los reguladores del salmón de Chile.
La región de Magallanes alberga un tercio de la biodiversidad marina mundial y varias especies protegidas, como la ballena azul, el pingüino de Magallanes y el delfín chileno.
Expertos del Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola de la Universidad de Concepción afirman que la introducción del salmón puede afectar a organismos invertebrados exclusivos de la región, como los corales de aguas frías y las esponjas. Y dado que los peces de piscifactoría se alimentan a base de soya, lo más probable es que la composición química del mar cambie, como ha ocurrido con las aguas de Los Lagos en el norte de la Patagonia.
La producción en Magallanes aumentará al principio, afirmó Cabello, quien aseguró que si siguen haciendo lo mismo la productividad volverá a bajar al cabo de unos años y tendrán los mismos problemas: infecciones y uso excesivo de antimicrobianos.
Sin embargo, Clément afirmó que las condiciones en Magallanes eran diferentes de las de más al norte, por lo que el resultado no sería el mismo.
Antezana expresó su preocupación por el hecho de que las bacterias tuvieran un metabolismo más bajo, lo que ralentizaría la descomposición de los subproductos agrícolas. Afirmó que la industria se había ido al sur porque las aguas no estaban contaminadas y porque podían decir que obtenían aguas claras de los glaciares, lo que suena muy conveniente.
Además, como el agua fría es más densa, es más probable que quede atrapada en las microcuencas profundas de la región de Magallanes, lo que podría provocar una acumulación de materia orgánica, explicó.
Los grupos industriales están presionando para aumentar la producción. Clément afirmó que las licencias que tienen en esta región de Magallanes son muy limitadas, por lo que se requiere de una discusión.
El grado al que la industria salmonera podrá expandirse en el sur de la Patagonia es incierto. Antezana señaló que el traslado se está llevando a cabo sin pruebas científicas ni estudios rigurosos que establezcan los posibles límites de la producción.
Los políticos han debatido si detener o limitar las concesiones de nuevas piscifactorías en las aguas más australes.
En marzo de 2022, Gabriel Boric tomó posesión como el presidente más joven de la historia de Chile. Boric, que ahora tiene 38 años, tiene tatuajes en honor de la región donde se crio: Magallanes.
Incluso antes de ser elegido, el líder político de izquierda criticaba duramente la industria salmonera, lo que dio a los ecologistas la esperanza de contar con un nuevo defensor para combatir la expansión territorial de la industria.
Cuando llegó al poder, prometió reformar la Constitución chilena, vigente desde la época de Pinochet. Los votantes rechazaron un referendo de 2022 que habría acarreado amplias reformas medioambientales. El año pasado, un segundo referendo también fracasó.
Una nueva ley obliga a las empresas salmoneras a hacer pública la cantidad de antimicrobianos que utilizan, así como su biomasa y tasas de mortalidad.
Grupos como Oceana y activistas indígenas siguen pidiendo a Boric que haga más.
Leticia Caro, de la comunidad indígena kawésqar, afirmó que ya había presenciado los efectos devastadores de la industria del salmón en el territorio ancestral de su pueblo en la región de Magallanes. Describió la contaminación del fondo marino, la pérdida de especies de peces autóctonos de los que su comunidad depende para alimentarse y el vertido de residuos industriales en las zonas de pesca de su comunidad.
Los kawésqar han navegado por estas aguas durante miles de años. “En el mar vivimos y coexistimos con espíritus y energías”, dijo Caro a través de un intérprete. “Queremos que se vayan del territorio”, añadió.
Pero algunos kawésqar están a favor de las ventajas económicas de la acuicultura.
Caro quiere que se respeten las zonas protegidas, que no se permitan nuevos criaderos y que se impongan sanciones a las empresas que causen daños.
Muchos pueblos indígenas de la Patagonia chilena han emprendido batallas jurídicas y políticas para recuperar sus derechos sobre la tierra y el agua. Estas zonas en disputa son consideradas vitales por la industria salmonera. En junio, los grupos indígenas de dos regiones (Aysén y Los Lagos) fracasaron en sus intentos por recuperar sus tierras y aguas.
Clément, de SalmonChile, comprende el atractivo que los peces criados en la remota Patagonia meridional representan para el consumidor, pues son muy nutritivos, sanos y sostenibles y proceden de aguas muy puras.
No está claro por cuánto tiempo seguirá siendo tan pura la Patagonia meridional. Insistiendo en que los estadounidenses deben dejar de comprar salmón de piscifactoría chileno, Caro dijo que “todavía queda tiempo para preservar el único lugar del mundo que queda prístino”.
Antezana también cree que la presión del exterior marcará la diferencia.
A mitad del mandato presidencial, ambos creen que el gobierno por sí solo no podrá proteger el sur de la Patagonia de la expansión de la salmonicultura.
Antezana aseguró que aunque no tiene muchas esperanzas, seguirá luchando.
John Bartlett colaboró con este reportaje. Los primeros reportajes fueron financiados por la Red de Periodismo de la Tierra de Internews, una organización sin ánimo de lucro.